… y su gemido entre los restos de la música…
Antonio Gamoneda.
Do #
Rodeada del gentío necesitaba huir, cuando no quedaba nadie,
entonces, añoraba con quien hablar. Así llegaron los anocheceres
inventando auroras con sabor a piel, en su soledad, una, sintiéndose dos.
Luz , estrellas, magia… Todo era sombra
cuando enganchada a su sonrisa
no se presentía reflejada en los cristales.
Tenía la mirada puesta en el compás
intentando delimitar un círculo que no cierra,
regalando pedazos de alma a un silencio a gritos,
apagando el ruido, encendiendo bombillas,
poniéndose debajo de ellas, y tibia,
se inclinaba ante besos que no llegaban
y palabras, que espolvoreadas por el viento
se perdían en un camino de hojas secas.
Fuga incesante añorándole los oídos, allegro del pasar de los días,
adagio para cumplir un sueño, y aquí, una partitura inacabada
autoescribiéndose, como el que firma con un do sostenido.
Luego, lloraba mojando las cuerdas mientras afinaba el piano,
Y yo… Yo le acariciaba el cabello, adivinándole
En el latido que marcaba el compás de sus sienes.
H de L
2006/11/21