¿Quién mató a Ángel?
Mientras las pies taconeaban en el suelo, el tronco yacía sobre el escritorio de mármol. Llamaba poderosamente la atención observar la diestra prensando aún una pluma vacía de tinta aromática ambarina, mojando un folio medio escrito en equilibrio vertical, esparciendo hedores a corcho quemado por toda la habitación. Una lámpara lateral incandescente, no dejaba de iluminar el papel cuya letra impresa desprendía vapores amarillentos. La siniestra certificaba la muerte balanceando armoniosamente una mata de holly (flor de acebo) a ras del suelo. Los ojos se mantenían desorbitados, eyectos en el mismo color de la tinta y obcecados en el punto y aparte. Sin embargo, parecía dibujarse un último esbozo de sonrisa en la comisura de sus labios.No es justo que un hijo cargue con las desgracias de su padre, rezaba la página en su final de párrafo.
El crimen rayaba la perfección de no ser porque el avispado policía y escritor criminalista, eterno enemigo de la víctima, notó que el teléfono rojo estaba manchado del mismo amarillo de la tinta y avisaba con una pitada perpetua de la existencia de mensajes en el contestador. Rebobinada la cinta el eco de las voces metálicas dieron las cuatro últimas y acertadas pistas de aquella defunción por esclarecer.
- Piiiiii. Hijo. Hace días que no sé nada de ti. Esa novela te va a matar. ¿Aún no has encontrado el final? Te mandé tu regalo y útil de trabajo. Por última vez te digo, haz una llamadita a tu madre o le diré a tu musa que te abandone para siempre. Muak.
- Piiiiii. Ángel, soy yo. Sé que desde que te dejé por Luis no quieres que te llame pero no sabemos nada de ti y estamos preocupados. No somos amos de nuestros sentimientos. Llaama.
- Piiiiii. Soy tu musa. Mejor dicho, era. Ya no te dejas inspirar. Te abandono por incumplimiento de contrato. Tengo un nuevo destino, alguien cercano a ti más dócil y enamorado.
- Piiiiii. Lo siento. Después de doscientas cuarenta y nueve páginas amándola, no puedo consentir que decidas que ella me deje y máxime si es por otro. Hasta un autor está obligado a respetar a sus personajes. Este es tu FIN.
El policía, Luis Garcerán, creyendo conocer tanto el quién como el por qué, busca con diligencia el arma que indique el cómo. Para ello toma la enciclopedia y lee:
HOLLY, flor del acebo, de color ámbar y múltiples espinas, célebre por el líquido que exhuma utilizado como tinta y capaz de convertirse en un poderoso veneno al entrar en contacto con el calor, sin antídoto conocido, por lo que es también popularmente conocida como la flor de la venganza...
Con la rapidez del rayo, vuelve su mirada hacia el muerto, se tapona la nariz con sus dedos pulgar e índice, exclama maldito con voz nasal y sufre un desvanecimiento quedando su cuerpo ingrávido, en posición fetal.
ESTE ES SU FIN... EL FIN.
DAVID JORDAN
El crimen rayaba la perfección de no ser porque el avispado policía y escritor criminalista, eterno enemigo de la víctima, notó que el teléfono rojo estaba manchado del mismo amarillo de la tinta y avisaba con una pitada perpetua de la existencia de mensajes en el contestador. Rebobinada la cinta el eco de las voces metálicas dieron las cuatro últimas y acertadas pistas de aquella defunción por esclarecer.
- Piiiiii. Hijo. Hace días que no sé nada de ti. Esa novela te va a matar. ¿Aún no has encontrado el final? Te mandé tu regalo y útil de trabajo. Por última vez te digo, haz una llamadita a tu madre o le diré a tu musa que te abandone para siempre. Muak.
- Piiiiii. Ángel, soy yo. Sé que desde que te dejé por Luis no quieres que te llame pero no sabemos nada de ti y estamos preocupados. No somos amos de nuestros sentimientos. Llaama.
- Piiiiii. Soy tu musa. Mejor dicho, era. Ya no te dejas inspirar. Te abandono por incumplimiento de contrato. Tengo un nuevo destino, alguien cercano a ti más dócil y enamorado.
- Piiiiii. Lo siento. Después de doscientas cuarenta y nueve páginas amándola, no puedo consentir que decidas que ella me deje y máxime si es por otro. Hasta un autor está obligado a respetar a sus personajes. Este es tu FIN.
El policía, Luis Garcerán, creyendo conocer tanto el quién como el por qué, busca con diligencia el arma que indique el cómo. Para ello toma la enciclopedia y lee:
HOLLY, flor del acebo, de color ámbar y múltiples espinas, célebre por el líquido que exhuma utilizado como tinta y capaz de convertirse en un poderoso veneno al entrar en contacto con el calor, sin antídoto conocido, por lo que es también popularmente conocida como la flor de la venganza...
Con la rapidez del rayo, vuelve su mirada hacia el muerto, se tapona la nariz con sus dedos pulgar e índice, exclama maldito con voz nasal y sufre un desvanecimiento quedando su cuerpo ingrávido, en posición fetal.
ESTE ES SU FIN... EL FIN.
DAVID JORDAN
2 comentarios
Turandot -
hechi -
CAriños al corazón
hechi