Por fin, el adiós
1915.16 de febrero.
El médico fue muy claro; escasos días de vida, tuberculosis.
Isaac no quiso escuchar más, ni una palabra más, ya no importaba nada, no encontraba sentido...sólo ella, Ariane, ¡no! ¡Dios mío!, no podría enfrentarse a su rostro llorándole sobre la cama, en la que tantas veces se amaron, no le haría pasar por eso...
Suicidio, ese era el término, lo haría. Recordó las palabras de ella en una sobremesa tras una taza humeante de mate.
-¿Sabes que terrible castigo reciben los que se suicidan?, es horrible, adelantan su hora de morir y vagan por siempre-resonaba su voz en su mente...Pero él, se sacrificaría por amor, sólo quería despedirse de ella, no más, la besaría en la frente como cada noche, acariciaría sus labios y se perdería en el bosque de su mirada, y después, adiós Isaac, adiós para siempre, no más dolores, no más lágrimas, no más engaños para ocultarla que sí, definitivamente mil vidas buscándola y ahora se tenía que ir...
El caballo le pasó por encima antes de que pudiera ni planear su huida. Un favor sin despedida.
2003, Febrero.
Elsa sabía que esta casa representaba mucho más que un cambio, era romper con todo, con la familia de él que tanto les había perjudicado, con falsas esperanzas de que volviera de su última aventura en el mar… No más, estaba harta y por fin, esa felicidad de estar sola , planeando una nueva vida, un nuevo trabajo, comenzando de cero, sin que nadie le pisara cada plan, cada sueño, con las alas extendidas bordeando nuevos cielos, y ser feliz...
Nadie le obligo a pintar de colores muertos las paredes, el vainilla no la decía nada, amarillo muerto apagado, sin luz. Cada color en la habitación representaba un sueño, dibujó un cielo en el salón, un bosque en la habitación principal, y soles y lunas por todas partes, como si fuera una casita para sus muñecas, la alegría fue haciéndose fuerte en su alma, y esa sensación...de sentirse cálidamente acompañada...
Fue el día 16, todo estaba preparado, sería su primera noche en su nueva casa, estaba vieja pero limpia, además, eso ya no importaba, la primera noche de su nueva vida, un nuevo capítulo en el que ella era la única escritora.
Terminó de cenar y preparó su mate, se sentó junto a la antigua chapa de leña, respiró profundo, se quitó las zapatillas de andar por casa, cerró los ojos, y se dijo; -Bienvenida a casa.
-Bienvenida a casa mi amor- escuchó.
Abrió los ojos y miró a la puerta de la cocina asustada.
Un hombre bajito, vestido con una larga levita manchada de sangre le miraba con ojos dulces, cesó el miedo.
-Necesitaba despedirme de ti amor, siento haber tardado tanto- Dijo el desconocido mientras avanzaba por el pasillo y traspasaba la puerta de entrada como si la vieja madera de roble fuera de aire.
Sólo una palabra llego a su corazón:
-¡Isaac!
H de L