Yeguas fecundas en la fosforescencia. Recuerdo el miedo y la felicidad en mis cabellos hendidos por el relámpago; después, el agua y el olvido.A veces veo el resplandor del monte sobre las grandes máquinas de la tristeza.ANTONIO GAMONEDA( Libro del frío)
H. tiene una cajetilla de zapatos para guardar recuerdos. Digo tiene y no tuvo, porque H. está apunto de recordarla. Se aproxima al armario, abre la puerta despreocupada, y antes de que se pierda su reflejo en el cristal ya está pensando en que buscará aquella camisa de cuando. Llega a un altillo olvidado donde el polvo se acumula intencionadamente como en su azotea. H, la ve, se tambalea en la silla, se sujeta fuerte al estante con una mano y estirando el brazo, la roza con un dedo, un toque más y puede asirla. Pero algo se interpone de repente entre ella, siente el frío metal en sus yemas, ahora un impulso irresistible la vence y cuando quiere darse cuenta baja con ella en brazos, como acunándola. H abre su vieja caja de zapatos disfrazada de papel a rayas y pendientes de tachuelas. En este momento, se ha sentado en la cama, la cajita reposa sobre sus piernas como si nada, como si todo lo que va descubrir en el fondo de sus tripas no fuera con ella. H. la destapa y se desata una tormenta de vientos, le revuelven el pelo, le acarician la cara haciéndole cerrar por un momento los ojos, como protegiéndole de sí misma.-¡No! ¡H!, ¡cierra la caja!, nosotros seguiremos custodiándola- dicen los vientos guardianes.Pero H, no puede oírles, hace tiempo que olvidó el lenguaje de la naturaleza, y como ya es tarde, desata un lazo, y un silencio que no calla vuela hasta su oído donde se queda piando dolores pasados. Una debilidad arrinconada, temerosa, se esconde tras un pañuelo de flores. H la mira después de tanto tiempo y sonríe. Ahí, una pobre acción relegada de la que un día se sintió avergonzada, ahora se le antoja el más bello acto de amor. Acerca un dedo con cariño y cuando está a punto de rozarla con sus yemas como en un beso, una fuerza rejuvenecida se desata, le echa un pulso y le gana. Justo ese instante de debilidad es aprovechado por un batallón de miedos, que saliendo de la caja en tropel, le atacan por los flancos. Un suspiro entrecortado y una esperanza lanzan un cañonazo que le da de lleno en el estomago, mil mariposas del recuerdo le revolotean el vientre. Una carcajada resuena, aún se puede oír el eco antes de que una lluvia de lágrimas descienda del techo. Quedan más cosas en la caja, que saldrán en el momento exacto, o cuando les de la gana, pero está lo suficientemente vacía como para ver una vieja fotografía enmarcada, con sonrisas en un lugar del infinito. Le da la vuelta y allí, pegado en su reverso hay un texto que lee en voz baja.
“Hablé con mi corazón: ¿Es que no te es suficiente, visto lo sentido, sentido lo visto? ¿No el juicio sino el hecho? ¿Cómo tú que llenaste de sabiduría y acierto cada paso en mi camino, ahora estás ciego? Yo lo tengo claro, tanto que me avergüenza lo que aún sigues sintiendo y me obligas a sufrir. ¿No habíamos quedado que por ahí y ahí, y esto y lo otro, nunca? ¿No habíamos definido lo que era sentimental y emocionalmente sano? No dijimos: ¿mira esto es un príncipe azul y esto la antitesis? No te pido que no ames, te pido que de hacerlo seas sensato y lo hagas sabiendo lo que hay y así no me duelas, ¡me estás saboteando! Un latido, dos…tres…Cerró las puertas de su cárcel y dio siete vueltas. Hace días que no escucho sus latidos, ni sé nada de él, pero al menos ha acabado este lento autosuicidio acuoso, no hay nada más que matar dentro cuando todo está muerto, entonces, ¿qué es esto que duele?”
(Si está bien… si es tan fácil…¿porqué este dolor que siento?Los Planetas)
Sufre, sí, pero puede sentir su corazón latiendo y en la inmensidad de saberse viva, H deja brotar una lágrima que cae resuelta, en caída libre por su mejilla, es entonces, que se empiezan a desmoronar las piedras que no recordaba que le tapiaran férreamente el pecho, y que el gato del tercero maúlla somnoliento tocando el arpa en la ventana mientras un pequeño ratón acaricia un violín en el fondo del patio.Entonces H. deja de creer y pasa a saber que se ha resignado, no por saberse vencida ,sino por el hecho de que lo ha aceptado, no sólo de mente sino con cada fibra de su ser, de corazón, sin emitir un sólo juicio, basándose en cada hecho,( eso había y ella no pudo o no supo cambiarlo o quizás, ni dependía de ella o como el que juega una partida de tute en la que ambos perdieron... resulta que ambos ganaron. ) Una oleada de paz y profundo amor ha invadido a H. Desliza la yema de su dedo enmarcando el rostro en la fotografía y sabe que aún a pesar del daño, de la indiferencia de tantas y tantas cosas que le habían desangrado por dentro…le amará siempre. No al rostro intemporal que le sonríe detrás de la cámara, sino al verdadero ser que late dentro, por siempre, pero sin dolor, por que liberada del apego, ahora, puede permitirse amar más allá…de posibles realidades sin ni un sólo reproche, no se puede llorar eternamente lo que ya no existe. Antes de devolver su imagen física a la caja y cerrarla siente su corazón desperezándose, ha girado la llave. Las bisagras de su cárcel chirrían por el tiempo de clausura…H cierra la puerta del armario mientras ve su corazón salir volando por la ventana y con él, ella se siente, se sabe, libre… ES
Pongo los frutos negros en la boca y su dulzura es como de otro mundo
como mi pensamiento arrasado por la luz.ANTONIO GAMONEDA( libro del frío)
H de L